viernes, 19 de diciembre de 2014
El país del Bidasoa es, sin duda, un lugar ideal para las
apariciones. Su carácter de valle fronterizo, una tierra húmeda y
fértil de contrabandistas y brujas arraigada a sus tradiciones, lo hace
propicio
para que el carbonero más legendario abandone su refugio en el
bosque con el fin de presentarse en las aldeas y, al menos en teoría,
renunciar a su paganismo con el fin de abrazar la fe de los cristianos.
Los expertos dicen que allí, con Lesaka como epicentro, nació el mito
del Olentzero, ese tipo obeso que hoy en día rivaliza con Papá Noel y
los Reyes Magos como distribuidor de regalos y felicidad, y a quien a
menudo se ve trepando por ventanas y balcones en dura competencia con el
extranjero del pijama rojo, los alces y el trineo.
Pero esa es otra historia. Lesaka saca todo el partido
posible al mito y organiza uno de los más
singulares festejos con motivo
de la llegada del Olentzero el día de Nochebuena. En su casco
histórico, las cuadrillas ataviadas con trajes tradicionales concursan
por los premios en metálico en tres categorías (según la edad), aunque
el hecho de lucirse ante sus vecinos es un triunfo aún mayor que el
puramente crematístico.
